Habitaciones frías y desnudas,
eco de silencios gritados a los cuatro vientos;
la implacable violencia de un segundero huérfano de hora
que gobierna una pared cansada de sí misma.
Una ventana que da a todas las calles,
y a ninguna parte;
una puerta sin pomo ni llaves,
lápida gris con un número por epitafio.
Una sinfonía de lluvia vespertina
asesinando la memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario