La morada de niebla (2011-Act)

SE MARCHÓ DE VUELTA A LOS AZULES

Se marchó de vuelta a los azules
que tanto echaba en falta.
No dejó nada atrás:
ni los arcos tristes de sus cejas
de ojos que buscan el mar,
ni la sonrisa que apacigua
la fuerza de su semblante,
ni la cruz encuadrada
adornando siempre
los lunares de su cuello.
Ni los aros,
ni las perlas,
ni siquiera sus manos
ásperas dejó.

Se marchó de vuelta a los azules
que tan inalcanzables parecen en los mapas.
Y alimentando azules la imagino
con soles claros de mañana
brotando de su pecho. 

SILENCIO


El atardecer se ha desvanecido
y aún no he dicho una palabra.
Me he quedado mirando
una partícula de tiempo perdida
en el espacio infinito que delimitas
con las manos.
Recordé otras luces que creí eternas
e igualmente expiraron dando paso
a mil noches de lunas confinadas.
Guardo silencio aunque sé que tengo en la voz
la llave de la celda donde cumplen condena
todos los imposibles.
Encierro otro quizás y regreso a mis sombras.
El día ha vencido
y aún no he dicho una palabra.


NUEVA INVENCIÓN

Bienvenida a mi alucinación,
al inmenso mundo de dos calles
donde todo puede suceder
del pecho para adentro.

Ahora puedes ver la marea de cornisas
rebosantes de lluvia
salpicando arcoiris
sobre nuestras cabezas.

Ahora puedes ver las bandadas de gente
desde las alturas, dibujando prismas
con sus paraguas de colores,
convirtiendo el suelo
en un gran caleidoscopio.

Bienvenida a la caótica coreografía
de mi universo danzante.

Ahora sabes el porqué de la mirada ausente,
ahora entiendes por qué sufro
cuando me empujáis a la normalidad
y me arrancáis de la poesía.


UNA TARDE MÁS PARA OLVIDARTE

Me pareció verte pasar, reflejada
en el espejo turbio de la barbería.
Razoné: "no está aquí, se fue;
volvió a refugiarse en su morada de niebla".
Aquella tarde tocaba un cuarteto de jazz
y había un hombre con un gorro siberiano
montando en bicicleta. Era propicia.
Me propuse desaparecerte
removiendo tu recuerdo con una cucharilla,
disolviéndolo en un café de más,
postrero chivo expiatorio de mi insomnio.
Pero de vuelta a casa continué leyéndote
en el prospecto de cada medicina necesaria,
y te me parecías a los extras de todas las películas,
y a la presentadora del informativo.
Comencé a hablar solo -o eso piensan los vecinos-.
Hice cena para dos.
Serví dos copas de vino.
Ya habrá otra tarde,
muchas otras tardes más para olvidarte.


LA FLORISTA Y SU CAJA DE COSTURA 

Con su presencia de rosa inerte
descosía tardes marchitas,
hilvanaba los pétalos huídos
con cada mentira que albergaba,
conspiraba besos tardíos,
frutas de un día,
y remendaba amaneceres
con lágrimas impúdicas
perdidas en su escote,
como un rocío fingido.

Se marchaba deshojándose
en el asiento trasero
de un taxi amarillo.
Yo buscaba algún vestigio
entre las mantas,
un recuerdo intacto
que mitigara su fugacidad homicida,
algún aroma eterno.
Y bajaba aquellas viejas escaleras
preguntándome adónde iran a morir
todas las flores. 


LA PARADOJA DE QUE EXISTAS 

Maraña de luces nocturnas
que acaudillan estrellas;
viento cálido y lejano
resbalando entre los dedos,
como arena concienzudamente tamizada;
azules y grises rotos
por un capricho claro, inmenso.

Nudillos agrietados, fotografías
de caricias ausentes;
un camino que se adentra
en la negrura oceánica
con la quietud de una canción
susurrada al vacío,
con la paciencia de un amante
que espera bajo la tormenta;
constante,
como un ocaso ártico.

Rodillas que ceden
en su liviana firmeza.
Su belleza
adormecida que amparan las espumas
antes que las olas abracen
lo que el mar fervientemente anhela. 


OLVIDO 

Habitaciones frías y desnudas,
eco de silencios gritados a los cuatro vientos;
la implacable violencia de un segundero huérfano de hora
que gobierna una pared cansada de sí misma.

Una ventana que da a todas las calles,
y a ninguna parte;
una puerta sin pomo ni llaves,
lápida gris con un número por epitafio.

Una sinfonía de lluvia vespertina
asesinando la memoria. 


LA NOCHE SOBRE LOS CASTILLOS DE ARENA
 
Qué rápido cae la noche sobre los castillos de arena.
Con qué ferocidad nos detonamos desde dentro
y nos desmoronamos grano a grano, pieza a pieza,
saltando por los aires y diseminándonos por la tierra.
Sobre nuestros despojos, en la negra ausencia,
oscilan inmóviles las estrellas titilando,
ciegas vigías de este pobre espectáculo
de arena, y agua, y vísceras, y sombras.


FUI VIAJERO 

Fui viajero.
Detuve mis pasos en hostales decadentes
buscando una gotera acogedora,
dejando periódicos en todas las mesillas.

Fui viajero.
Encallé con frecuencia en días coralinos,
naufragué en el encanto gris de las tormentas
y recogí alguna que otra reliquia de deseo.

Fui viajero.
Caminé entre la soledad y los fantasmas
invisible y tranquilo como la bruma,
enviando postales a desconocidos.

Fui viajero
de caminos no marcados
y autobuses ya perdidos,
de equipajes ligeros
-poca agua y mucho vino-,
diez mil carretes velados.

Fui viajero.
Estuve vivo.