martes, 21 de junio de 2011

Origen

Sus ojos son de aquí y ahora,
de la misma materia cristalina que el presente
y del color de todas las metáforas no escritas.
Sus pupilas, dos astros negros
delimitados por una órbita perfecta
de pájaros grisáceos.
Su mirada es un big-bang
que desnuda el tiempo y reordena
el universo cada madrugada.
Sus párpados son el músculo de Dios.

sábado, 16 de abril de 2011

Se marchó de vuelta a los azules

Se marchó de vuelta a los azules
que tanto echaba en falta.
No dejó nada atrás:
ni los arcos tristes de sus cejas
de ojos que buscan el mar,
ni la sonrisa que apacigua
la fuerza de su semblante,
ni la cruz encuadrada
adornando siempre
los lunares de su cuello.
Ni los aros,
ni las perlas,
ni siquiera sus manos
ásperas dejó.

Se marchó de vuelta a los azules
que tan inalcanzables parecen en los mapas.
Y alimentando azules la imagino
con soles claros de mañana
brotando de su pecho.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Silencio

El atardecer se ha desvanecido
y aún no he dicho una palabra.
Me he quedado mirando
una partícula de tiempo perdida
en el espacio infinito que delimitas
con las manos.
Recordé otras luces que creí eternas
e igualmente expiraron dando paso
a mil noches de lunas confinadas.
Guardo silencio aunque sé que tengo en la voz
la llave de la celda donde cumplen condena
todos los imposibles.
Encierro otro quizás y regreso a mis sombras.
El día ha vencido
y aún no he dicho una palabra.

lunes, 14 de marzo de 2011

Nueva invención

Bienvenida a mi alucinación,
al inmenso mundo de dos calles
donde todo puede suceder
del pecho para adentro.

Ahora puedes ver la marea de cornisas
rebosantes de lluvia
salpicando arcoiris
sobre nuestras cabezas.

Ahora puedes ver las bandadas de gente
desde las alturas, dibujando prismas
con sus paraguas de colores,
convirtiendo el suelo
en un gran caleidoscopio.

Bienvenida a la caótica coreografía
de mi universo danzante.

Ahora sabes el porqué de la mirada ausente,
ahora entiendes por qué sufro
cuando me empujáis a la normalidad
y me arrancáis de la poesía.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Una tarde para olvidar(te)

Me pareció verte pasar, reflejada
en el espejo turbio de la barbería.
Razoné: "no está aquí, se fue;
volvió a refugiarse en su morada de niebla".
Aquella tarde tocaba un cuarteto de jazz
y había un hombre con un gorro siberiano
montando en bicicleta. Era propicia.
Me propuse desaparecerte
removiendo tu recuerdo con una cucharilla,
disolviéndolo en un café de más,
postrero chivo expiatorio de mi insomnio.
Pero de vuelta a casa continué leyéndote
en el prospecto de cada medicina necesaria,
y te me parecías a los extras de todas las películas,
y a la presentadora del informativo.
Comencé a hablar solo -o eso piensan los vecinos-.
Hice cena para dos.
Serví dos copas de vino.
Ya habrá otra tarde,
muchas otras tardes más para olvidarte.

lunes, 28 de febrero de 2011

Florencia

Atravesando los arcos sombríos de las viejas calles –nuevas a mis pasos-, me redescubro, de nuevo solo, de nuevo perdido. Trato de hacer mía la visión de las ventanas verdes y los muros crema, de incorporar trazados a mi escasa memoria geográfica, de sentirme una minúscula parte de un todo. No lo consigo. También aquí todo es ajeno: la piedra, el mármol, la lluvia o los sombreros. Todo. Me conmueve la belleza de las estatuas, me encandilan los ojos apagados de los viandantes que esquivan las nubes de turistas como si fuesen parte del mobiliario urbano. Pero nada de ello es mío.

“Paciencia” –me digo una vez más-. Pero en la noche me desvela la confusión incómoda de un sueño banal, donde se mezclan recuerdos lejanos e inmediatos, parches cosidos por el inconsciente tratando de dar sentido a tantas idas y venidas. En el descontexto anárquico de mi país onírico los sentimientos son más puros e intensos, despojados de la cáscara racional del mundo, y los miedos más profundos y tangibles. Ya no vuelvo a conciliar el sueño. Tan solo me torturo buscando una esencia, alguna pista sobre el origen de este desconcierto.

Amanece y las ojeras son día a día más oscuras. Me consuelo en las frías paredes de la Catedral y me refugio en la simplicidad de la oficina, con su sonsonete de teléfonos inquietos y teclas aporreadas. Fijo la mirada en la torre del Palazzo Vecchio, ya casi familiar e intrascendente, y revivo una y otra vez las pesadillas. Invento alguna fantasía para evadirme: un paisaje estival, una casa con vistas, una isla lejana… Pienso en la remota tranquilidad de San Calixto, en el olor a tierra mojada, en el viento agitando los cipreses. Un escalofrío me aparta de la ilusión. Extiendo los brazos en un bostezo fingido que no es sino un intento de conservar el equilibrio, de mantenerme en el alambre de la cordura. O poner el pie en el suelo, o dejarme caer definitivamente.

Vuelvo al trabajo.

jueves, 17 de febrero de 2011

Fui viajero

Fui viajero.
Detuve mis pasos en hostales decadentes
buscando una gotera acogedora,
dejando periódicos en todas las mesillas.

Fui viajero.
Encallé con frecuencia en días coralinos,
naufragué en el encanto gris de las tormentas
y recogí alguna que otra reliquia de deseo.

Fui viajero.
Caminé entre la soledad y los fantasmas
invisible y tranquilo como la bruma,
enviando postales a desconocidos.

Fui viajero
de caminos no marcados
y autobuses ya perdidos,
de equipajes ligeros
-poca agua y mucho vino-,
diez mil carretes velados.

Fui viajero.
Estuve vivo.

viernes, 11 de febrero de 2011

La florista y su caja de costura

Con su presencia de rosa inerte
descosía tardes marchitas,
hilvanaba los pétalos huídos
con cada mentira que albergaba,
conspiraba besos tardíos,
frutas de un día,
y remendaba amaneceres
con lágrimas impúdicas
perdidas en su escote,
como un rocío fingido.

Se marchaba deshojándose
en el asiento trasero
de un taxi amarillo.
Yo buscaba algún vestigio
entre las mantas,
un recuerdo intacto
que mitigara su fugacidad homicida,
algún aroma eterno.
Y bajaba aquellas viejas escaleras
preguntándome adónde irán a morir
todas las flores.

La paradoja de que existas

Maraña de luces nocturnas
que acaudillan estrellas;
viento cálido y lejano
resbalando entre los dedos,
como arena concienzudamente tamizada;
azules y grises rotos
por un capricho claro, inmenso.

Nudillos agrietados, fotografías
de caricias ausentes;
un camino que se adentra
en la negrura oceánica
con la quietud de una canción
susurrada al vacío,
con la paciencia de un amante
que espera bajo la tormenta;
constante,
como un ocaso ártico.

Rodillas que ceden
en su liviana firmeza.
Su belleza
adormecida que amparan las espumas
antes que las olas abracen
lo que el mar fervientemente anhela.

Olvido

Habitaciones frías y desnudas,
eco de silencios gritados a los cuatro vientos;
la implacable violencia de un segundero huérfano de hora
que gobierna una pared cansada de sí misma.

Una ventana que da a todas las calles,
y a ninguna parte;
una puerta sin pomo ni llaves,
lápida gris con un número por epitafio.

Una sinfonía de lluvia vespertina
asesinando la memoria.