miércoles, 29 de julio de 2009

Las búsquedas y los caminos

Antes, cuando iba en el autobús acercaba el oído a aquellas conversaciones que me llamaban la atención, bien por el tono, bien por el tema, o bien por la curiosidad que suscitaban en mí los personajes participantes. Resultaba como ser el espectador de una performance teatral, de un reality o algo parecido. Algunos de los actores de reparto me hacían gracia, otros despertaban en mí un cierto sentimiento de rechazo, otros eran atrezzo que por sus formas captaban mi mirada -y lo siguen haciendo-, y otros figuras interesantes -que no figurantes- a los cuales admiraba en mi completo desconocimiento por su determinación, su aparente vida modélica, la seguridad de su expresión -y de su billetera en ocasiones- o lo apasionante de su discurso.

Si hacemos montoncitos de gente -cosa no demasiado difícil dada la densidad poblacional del autobús-, podríamos separar a todos estos actores de reparto según su manera de entender la vida. Para la mayoría, la vida es la búsqueda de la felicidad. Ésta, para unos, responde a unos cánones establecidos, a unos estadíos por los que se transita a base de constancia, empuje y tesón. Para otros no existe búsqueda, ya que la felicidad o la infelicidad sale a su encuentro como un tren de mercancías, inevitable y rotunda. Beso a beso u hostia a hostia, la vida los mima o los mamporrea a su antojo. Otros son conscientes de que la vida es una búsqueda constante pero son demasiado vagos como para emprenderla, así que las ven venir, como los anteriores pero voluntariamente. Y otros están demasiado cansados de buscar y deciden colocarse para tener una sensación parecida a aquella que nunca encontrarán sin química.

Luego quedan aquellos que entienden esto de la búsqueda, que intuyen eso otro de la felicidad, pero que no tienen ni pajolera idea de qué narices buscan, y por tanto no saben por dónde narices seguir buscando. Y al verme reflejado en los cristales empañados del autobús me dije: "hey, yo estoy en ese montoncito, pero no soy espectador, ni siquiera figurante, !soy el prota!". Menuda jodienda, pasé de espectador a protagonista en un solo plano, en un primer plano implacable -con la cabeza pegada al cristal es imposible que vea otra cosa en primer plano que no sea mi reflejo-.

Así que ahora, cuando voy en el autobús, olvido a los extras y subo el volumen del mp3. ¡Joder! ¡Tengo un guión que llevo 24 años escribiendo sin saber adónde va! Pongamos las cosas en orden. ¿Qué busco? Este... esto es fácil... lo sé pero no sé si sabría explicarlo... pero tú me entiendes, ¿no? Vale. NPI. ¿Dónde lo busco? ¡Cojones si no sé lo que busco! ¿Qué hago? ¿Voy a la panadería y pido un par de mocasines del 40? ¡No tiene sentido!

Entonces me dí cuenta. No voy a saber qué busco hasta que lo encuentre. Me gustaría ser del montoncito de los que lo tienen claro, de los decididos, de esos a los que todo el mundo envidia por su determinación. Pero como diría el Bosé, "es mi vida, no puedo cambiar...". Así que en esta tesitura lo mejor -creo- es buscar dónde no has buscado antes. La primera vez que visitas el Coliseo, después de verlo en películas, reportajes y postales, parece que se hace más pequeño con cada paso que das, con cada piedra que reconoces. Igual que un estadio de fútbol. Algunas veces sucede lo mismo con nuestro entorno. Mientras nos es desconocido parece inmenso, infinito, lleno de lugares y gente por conocer, de anécdotas por venir, de experiencias por ofrecernos. A medida que lo vamos exprimiendo y bebiendo el jugo (los que saben aprovecharlo) se va haciendo más pequeño y tedioso, más insípido.

Llegado ese momento, para los impacientes como yo, mejor hacer maletas que cruzar los brazos (como ya dije no soy de los que persisten). No sé dónde me llevará esta huída hacia delante, ni siquiera si encontraré lo que busco. Como no sé lo que busco, tal vez lo encuentre y pase de largo. O tal vez, incluso, lo haya encontrado ya pero no lo haya visto. Quién sabe, a lo mejor, dentro de unos años, cansado ya de buscar, decida desandar el camino y volver al inicio, como Toto en Nuevo Cinema Paradiso. En cualquier caso espero que a mi guión le queden muchas páginas por escribir antes de que yo mismo conozca el final. Próxima parada: Turín.

jueves, 23 de julio de 2009

A falta de imágenes veraniegas

Había cambiado colores y fotos, había dado esquinazo intencionado al blanco y negro y llenado de calidez estival esta pantalla. Pensaba dar al verano lo que es del verano, fotos de sonrisas y playas llenas, de atardeceres en pueblos que aún no conozco, de amigos compartiendo tiempo y aficiones.

Aunque este trasiego, este ajetreo físico y mental que me lleva y me trae por las avenidas cordobesas -aún no tan vacías como estarán- me ha hecho volver al blanco y negro, a los recuerdos de un año que para mí acabó un treinta de junio, lo cierto es que queda verano todavía. Si la merecida solución de las cosas que han de solucionarse acaba por asomar las orejas (que lo hará), por delante hay un mes que traerá color, y blanco y negro, y prosa, y versos, y recuerdos que preferiré no confesar.

Al menos hasta el catorce de septiembre, cuando termina este año de dos meses y medio, este paréntesis vital, este letargo veraniego, el blog seguirá en escala de grises. Al fin y al cabo, el blanco y negro nunca pasa de moda...

Recuerdo