Qué sé yo (2009-2010)

QUÉ SÉ YO  
Qué sé yo de las palabras adecuadas,
qué sé yo de los mitos o la lluvia,
qué sé yo de la música o de los cuerpos,
qué sé yo de las rosas o los días,
qué sé yo del tiempo.

Quiero imaginar amaneceres
en playas ignotas y desnudas,
y pintarlos, y pintarme dentro,
como cuando era un niño.

Qué sé yo del amor o de los ríos,
qué sé yo del polvo o las estrellas.
Qué sé yo de las palabras adecuadas,
qué sé yo de vivir...


VERSO
En un verso caben tantas pasiones
como adioses en una despedida.
Cada verso es un pedazo de mí que muere.
Y así, verso a verso, voy muriendo... 


ME HAS ROBADO LOS SUEÑOS
Me has robado los sueños,
esos que receloso guardaba junto al pecho,
dejando en su lugar una tirita y agua oxigenada.
¿Acaso sabes tú cómo curar las noches moribundas?

Me has quitado los sueños,
¿Y cómo lleno ahora esta casa, tan vacía,
tan llena de espejos y fantasmas?

Me has dejado alicatando el baño
con afiladas lágrimas de cerámica azul,
pintando las paredes con los dedos,
echando serrín al suelo
para secar los charcos que han creado
las goteras de tu desprecio.

Me has robado los sueños
y ahora me toca amueblar
de crudas realidades esta casa,
reconstruirme el alma
desde los cimientos.

Me has robado los sueños,
y no sé si debo odiarte,
o agradecértelo.  

A TUMBA ABIERTA


Ya se acabó el verso azucarado de metáforas luminosas
y artificio de palabras acarameladas.
Ya se acabó la leche condensada en este café arrítmico
de talento descafeinado y coñac barato.
Ya se acabó la galantería dieciochesca, la vena becqueriana,
el estrafalario argumento de la primavera.
Ya se acabó la mentira perfumada que enmascara el hedor
de una verdad podrida y descompuesta.
Ya se acabó el susurro ebrio de traición poética destilada,
el principio de soneto de promesas incumplidas
que no llegó al primer terceto.
Ya se acabó tirar a dar con arcabuz y pólvora mojada,
y con balas blindadas al cielo disparar injurias.
Ya se acabó la tuna, las flores y la correspondencia
con un verso de Neruda en el posdata.
Hoy arriesgo a escribir a pecho descubierto,
a jugarme el resto sin mirar las cartas.
Hoy comienzo a vivir y a amar a tumba abierta.
Hoy tiro de orgullo. Para quien tenga agallas,
la apuesta está sobre la mesa.


PERDÓNENME
Perdónenme
la falta de talento,
la simplicidad en el verso
y en el alma.

Perdónenme
la cobardía, los sueños,
y todas las aspiraciones
que guardo en un cajón
lleno de nada.

Perdónenme
el haber querido ganar siempre,
el no saber encajar una derrota,
la soberbia que derrocho
y el miedo que me aflige.

Perdónenme
por haberme equivocado tanto,
y por haber acertado algunas tristes veces.

Perdónenme
por haberme creído libre,
más de lo que jamás lo fue ninguno.

Perdónenme
por haberme perdido en un mundo
que no existe, en una vida que no existe,
en un hombre que no existe.

Perdónenme
por haber querido ser alguien
y resultar no ser nada, ni nadie,
ni siquiera yo mismo. 

JOHNNY "EL VENGADOR"

Johnny bajó de su Ford gris.
La puerta descolgada, los cristales destrozados,
una hilera de balazos adornando la chapa
de la puerta trasera.
Llaves puestas y en doble fila,
allí quedó como un monumento improvisado.

Johnny bajó de su Ford gris.
La mirada perdida, cristalizada, brillante,
el semblante metálico e inexpresivo
de foto de carné.
Los músculos agarrotados, el paso robótico,
su fusil estrangulado entre las manos,
la respiración profunda y el latido hueco,
la boca desértica.

Johnny bajó de su Ford Gris,
se avecinó a aquella taberna maldita
y desató su enajenación a culatazos
contra los cristales.
Su coche quedó allí, inmóvil, deshauciado,
como un justo homenaje a Johnny
y a sus hinchados atributos.

 

NEDA

Su pecho se partió en dos.
Se desdibujó suave su silueta entre la multitud,

y como un pañuelo de seda mecido por el viento,

cayó sobre el asfalto.

Mientras su aliento se extinguía,

su mirada quedó helada, fija en un lugar entre ella

y el paraíso. Su alma se reflejó por última vez

en el vidrio negro de sus ojos.

Lejos del vacío, al expirar

su rostro fue una bocanada de vida,

una explosión universal de esperanza,

una mano tendida a la humanidad.


Su latido se desvaneció,

pero como una estrella que muere,

Neda es ahora una nebulosa de libertad y justicia

que dará luz y belleza al mundo para siempre. 


 

UNA GOTA DE LLUVIA RESBALÓ POR TU MEJILLA

Una gota de lluvia resbaló por tu mejilla.
Como una lente de agua descubrió el surco
entonces oculto que limita una sonrisa
con aspiraciones de infinito.

La tibieza de la piel se apoderó de su esencia acuática
quedando ligera y dócil ante la gravedad.
Se detuvo en la comisura de los labios apenas una décima,

recorrió furtivamente, recreándose, el lívido desfiladero
que separa tu boca del abismo de todo lo demás.

Despertó un escalofrío eléctrico, como un beso inesperado
que derivó en una mueca homicida.
Se precipitó al vacío inhóspito que dejas tras tu paso
y fue a morir sobre las gélidas aceras
de una ciudad que ya nunca sería la misma.

Una gota de lluvia resbaló por tu mejilla
y fue una lágrima huérfana de tus ojos

buscando amparo fuera de la tempestad.
Durante un instante la lluvia tuvo alma,
y estuvo enamorada.
 

CASABLANCA

As time goes by...
Casablanca quedó vacía y Rick despedazado,
retales de un galán de copa y cigarrillos.

As time goes by...
Nada queda para Rick en Casablanca.
De todos los lugares del mundo,
ella apareció en mi bar,
con su guión de película lacrimógena
y su eterna mirada de cine.

As time goes by...
Casablanca y Rick's Café se desvanecen.
Un fugitivo del amor más en el mundo.
Otra ciudad que Rick no volverá a pisar.


HE HABLADO TANTO
He hablado tanto,
a veces demasiado.

Y las palabras atan

-antes de hablar no lo sabía-

e igual liberan

-por eso sigo hablando-

a aquel que pone

el corazón en ellas.

Y las palabras dan

al justo la razón

o la arrebatan, justamente,

a aquel que de razón carece.


He hablado tanto,

a veces demasiado.

Hay quien quiso escuchar,

y yo lo aprecio.

Hay quien prefiere ignorar,

y no lo culpo.

Hay quien no pudo oír,

por eso me repito.

Hay quien viene a conversar,

y a ese llamo amigo.

He hablado tanto,

a veces demasiado.

Y las palabras atan o liberan,

dan la razón o la arrebatan

e igual hieren que consuelan.

Pero el silencio...

¡Es el silencio que mata!
 


VERSOS VACÍOS
Vuelven los versos vacíos
a hacer nudos de corbata

en mi cabeza.

Aquí me encuentro,

con la borla de una cometa

sin cuerda entre las manos.

Echa a volar una palabra,

y otra, y otra, y otra.

Ingratas partes de mí

que de mí escapan.

Aquí estoy, solo

una vez más,

mirando fotos viejas,

mordiéndome las uñas,

escribiendo versos vacíos

por no dejar en blanco

una página más

de la insulsa biografía

de mis pasiones.




TURÍN
Colinas verdes desfiguradas por la grisácea neblina
se apostan a los flancos de la pétrea Turín momificada
salpicando de bosque el horizonte de las rectas avenidas.
Se hace fuerte el río en el este, eternamente sostenido
por los sólidos pilares de puentes curvilíneos.
Al oeste, las mañanas despejadas dejan entrever
la colosal amenaza de la gélida blancura alpina.

Una vidriera étnica atraviesa veloz la cuadrícula urbana,
frenéticos sus pasos y ropa oscura en movimiento firme,
café solo desde la barra y continúa la intensiva jornada.
Las nubes asesinan el atardecer y cae la noche súbita.
Se vacían los pórticos, se llenan los autobuses
y quedan tan sólo algunas gotas de juventud dispersas.
La oscuridad abre una compuerta y veloz se vierte el frío.

Turín nace y muere cada día.
Siempre la misma, siempre tan distinta.





LA INCESANTE LLOVIZNA (ME FALTA ANDALUCÍA) 
Aquí la incesante llovizna
vierte sobre la ropa un pesado manto de profunda nostalgia

del cual es imposible desembarazarse.

La propia voz se vuelve extraña, cansada, ronca;

perdida la mirada en espacios vacíos de contenido,

en oníricas pesquisas, en recuerdos fingidos,

en imaginarios remansos de deseo.


La identidad se atenúa, la alegría se dispersa:

ya no hay coches de caballos,

no hay camisas pastel ni carcajadas,

no hay plazas abarrotadas, ni escotes abundantes.

No hay cielos azules en las fotos, no hay rayo de luz

que haga fruncir el ceño,

la gente parece tan solitaria sin su sombra...


Quizá sea la ciudad, quizá el otoño.

Quizá sea uno mismo, quizá los demás.

Quizá sea esta llovizna incesante con su manto de nostalgia. 






OTRO AÑO QUE PASA 
La cima es el suelo.
La calle es un enjambre de paraguas bocarriba.
Mira hacia abajo. Todo es una gran mentira.
¿Viste que el mundo es un engaño
de espejos inmóviles, y que el norte y el sur
son flechas que señalan a ninguna parte?
¿Viste? La gente se agarra al mundo.
Mira hacia abajo. Los edificios son
estalactitas de vidrio y cemento.
¿Viste qué gran truco de Dios?
Otro año que pasa. Aún estamos
sólo un poco más cansados.
Pero ya empezamos a intuir
la gran caída libre.
La cima es el suelo.
A todos algún día nos fallan las fuerzas,
o damos un traspiés,
y precipitamos hacia las estrellas.


NUNCA PENSÉ QUE FUESE TAN DIFÍCIL
La soledad es aquí y ahora como el cielo de la tarde,
pesado, triste y amenazante.

No hay válvulas de escape en las mañanas soleadas,

ni en la pobre iluminación nocturna,

tampoco en los coloristas smart que recorren la ciudad

como una fila de chinchetas.


El tiempo pasa piano piano, tanto que se detuvieron

las agujas del reloj de la cocina

más por la falta de inercia que por la pila agonizante.

Horas muertas en las que el seso

no cesa y se cocina a sí mismo entre elucubraciones.

La testa no transpira.


La ropa tendida en la terraza se burla mientras tanto,

húmeda y fría se divierte

cuando mis manos comprueban la cruel obviedad

de la impotencia humana.

La lavadora quedó suspendida en el seis para siempre.

Yo me muevo. Transito.

Nunca pensé que fuese tan difícil mirar hacia adelante.
 

 

ACUARELA 
Una vez pintaste dos flores amarillas
en una acuarela manchada de sol.
Aún recuerdo los ojos rebosando estrellas
bajo la noche límpida;
la brisa apoderándose de todos los silencios;
la cándida inquietud
que suscitaba lo invisible;
la dulce taquicardia
que nacía de evocar lo lejano o lo infinito.
Te recuerdo, pero no te reconozco.
Junto a una locomotora inmóvil y sin humo
yacen mustias dos flores amarillas
pintadas de acuarela,
en un trastero oscuro y olvidado,
rodeadas de imposibles.