jueves, 1 de octubre de 2009

Nunca pensé que fuese tan difícil

La soledad es aquí y ahora como el cielo de la tarde,
pesado, triste y amenazante.
No hay válvulas de escape en las mañanas soleadas,
ni en la pobre iluminación nocturna,
tampoco en los coloristas smart que recorren la ciudad
como una fila de chinchetas.

El tiempo pasa piano piano, tanto que se detuvieron
las agujas del reloj de la cocina
más por la falta de inercia que por la pila agonizante.
Horas muertas en las que el seso
no cesa y se cocina a sí mismo entre elucubraciones.
La testa no transpira.

La ropa tendida en la terraza se burla mientras tanto,
húmeda y fría se divierte
cuando mis manos comprueban la cruel obviedad
de la impotencia humana.
La lavadora quedó suspendida en el seis para siempre.
Yo me muevo. Transito.
Nunca pensé que fuese tan difícil mirar hacia adelante.