martes, 23 de junio de 2009

Neda

Su pecho se partió en dos.
Se desdibujó suave su silueta entre la multitud,
y como un pañuelo de seda mecido por el viento,
cayó sobre el asfalto.

Mientras su aliento se extinguía,
su mirada quedó helada, fija en un lugar entre ella
y el paraíso. Su alma se reflejó por última vez
en el vidrio negro de sus ojos.

Lejos del vacío, al expirar
su rostro fue una bocanada de vida,
una explosión universal de esperanza,
una mano tendida a la humanidad.

Su latido se desvaneció,
pero como una estrella que muere,
Neda es ahora una nebulosa de libertad y justicia
que dará luz y belleza al mundo para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario